1.
La escritura como práctica sí, pero como práctica amorosa. Trascendente.
2.
Hay un texto precioso de Luis Gusmán que justamente se llama « Escribir » que siempre releo, cuando estoy triste, cansado o cuando acaso me olvido de lo que se trata escribir. Porque escribir no es la escritura. La escritura es un efecto de escribir. Y del escritor. Lo que importa es el acto, no el objeto, no el fetiche, el texto, la página. O importa, sí, pero en tanto diga de la práctica, de su enunciación, de su objeto, lugar y trascendencia.
3.
Lo que siempre recuerdo de ese texto de Gusmán, y que en alguna medida me orienta y me consuela, me alivia y me contiene, son dos cosas. Una tiene que ver con la cita de Valéry: « escribir es una práctica del corazón y quien la realiza verdaderamente se suprime », y la otra es la idea de que se empieza a escribir cuando ya no hay referentes, espejos, cuando se escribe solo. Habría una escritura previa, una pre-escritura, podría decirse, donde esos otros (los maestros, los amigos, los amantes, los confidentes, los críticos, los editores, los enemigos) están muy a mano, demasiado cerca de la escritura. Y en cierta forma es un tiempo dichoso, tutelado, porque la escritura es una escritura gregaria, una escritura apelativa, generacional, influida o influyente. Pero hay un momento -puede haberlo- donde eso se corta. Se hunde como se hundió la Atlántida para dar espacio y origen al mar. Y la escritura se parece más a un mar, a ese mar sin orillas. Un impulso o una convicción -un estilo- con la brújula rota, la aguja trabada mirando quién sabe qué cuadrante.
4.
Y en ese acto yo supongo que hay dos grandes estilos. Tradiciones. O milicias, más que estilos. Escribir como los escritores o escribir como los poetas. Tiendo a pensar que los escritores escriben -necesitan- la imagen de un lector (y en el mayor de los equívocos, los lectores « materiales », los lectores, fealdad mediante, de carne y hueso). Un tribunal o el aplauso. Y mientras esos lectores no aparecen, esa clase de escritores son un poco parias y un poco melancólicos y, desde luego, también pueden volverse peligrosos y resentidos. Escritor fracasado, de Arlt.
5.
Pero si llegan a encontrar esos lectores imaginarios el destino no es mejor: todo lo contrario. Un escritor con lectores -en el sentido más prosaico, menos sagrado- es un terrible malentendido. Un destino fatuo. Los escritores se vuelven fantasmas; empiezan a usar pañuelos y anteojos negros y a no responder los mails o a responderlos con monosílabos. Como el señor Waldemar, de Poe, o el tipo fuera de foco de Woody Allen; se van desintegrando o volviendo bastante irreales. Una escritura que, naturalmente, está envenenada por la muerte. O mejor dicho, una escritura que confunde la muerte con el fin de la vida. Son los escritores zombies.
6.
Y está el acto de escribir como los poetas. Los poetas no imaginan lectores. Ellos mismos lo son. Nadie los autoriza ni legitima. Ningún merecimiento. Escritura y lectura son una sola cosa, una sola pieza. Ninguna deuda a endosarle al mundo. Porque ellos inventan el mundo. Porque no hay mundo real -que importe, que sirva- sin poesía. Cuando muera el último poeta, volveremos al escalafón anterior al sapiens. El sapiens será un poeta o no será nada. Eso, no el pulgar ni la postura, es lo que lo distingue de todos los simios anteriores. Los poetas son los hombres alados, los poetas son los únicos héroes.
7.
Lo otro que pienso sobre escribir es lo que dijo el Mono Villegas sobre tocar, sobre los pianistas. Están los que no tocan nada, que por lo general son los que escucha el público. Están los que tocan mal, y siguen tocando mal toda su vida. Y están los que, como yo, tratan de tocar mejor todos los días sin conseguirlo hasta un segundo antes de su muerte.
8.
Pero también es cierto que existe otra forma de escribir que me interesa tanto como la de los poetas. Y es la de escribir en tanto política. La política es el otro lado de la poesía, su cara o su contracara. La política como crítica y fusil contra el imperativo de la vida. Contra el goce de la vida incluso. Creo que todo gran escritor tiene un pie afirmado en cada uno de esos continentes: poesía y política. Guerra y paz. Walsh, por supuesto. Y Carlos Correas. Y Néstor Sánchez. Y Baron Biza. Y Gustavo Ferreyra.
9.
En « Escritor fracasado », hace 90 años, Arlt funda la ética del escritor argentino. Lo hace por la negativa. Ya sabemos casi todo lo que un escritor no debe hacer. Ya sabemos casi todo lo que un escritor no es.
10.
Hoy que viajan los escritores, pero no los libros. Y se habla de los escritores, pero no de los libros. Lo dijo Piglia varias veces en sus últimos años (aunque él viajara, claro, qué importa). Y sugería algo al decirlo: que eso no estaba bien, que eso además de un dato y un hecho era un síntoma si no un problema. Los escritores como gerentes regionales o visitadores médicos.
11.
Escritores sin estilo. Es decir, redactores, escribidores, tipeadores, grafómanos sin análisis. Lo que se resiste es el estilo. Lo violento es el estilo. La poesía es el estilo. Lo que se desconoce, lo que se ignora, de lo que no se quiere saber nada es del estilo. Todo lo demás puede pasar por la aduana sin problemas. Pero el estilo debe quedar afuera. Lo peligroso es el estilo. Lo arriesgado es el estilo. Lo valiente es el estilo. Los escritores zombies por eso se lo amputan, jóvenes, tempranamente. A veces ni llegan a reconocerlo. Y entonces hasta parecen no sufrir la pérdida.
12.
Pronto habrá más escritores que lectores. El mundo será Tlön. Escritores iletrados, me dijo un amigo que no es escritor. Analfabetos, como dijo Fondebrider.
13.
Aira dice: se escriben novelas, buenas novelas, y qué. En eso tiene razón.
14.
Pídale a un escritor que recite de memoria cinco versos. Que cite al menos cinco versos favoritos. O tres. Lo pondrá en aprietos.
15.
Pero ojo, también entre los poetas que no son poetas, entre los poetas falsos, entre los que son simplemente escritores que escriben poemas, escritores en verso, pasa absolutamente lo mismo. La misma plaga. Y todo es más paradójico. Son los poetas de Gombrowicz, los poetas que empapelan poemarios y no saben qué es la poesía.
16.
Para quién escribía Macedonio. Escribía adentro de un placard con una vela. Pero no publicaba. Para quién escribía. Escribir como necesidad. Escribir no lo que se tiene ganas de escribir, de expresar, no lo que se quiere o se puede escribir sino lo que hay que escribir. Lo que se debe escribir. Lo que debía escribirse.