EL HORTICULTOR DAÑADO POR LA VIDA
Una amapola se debate en la tormenta.
Bambolea su tallo como esquivando balas
con la destreza de un cowboy en la nieve.
Me apena esa flor tardía, nacida al fin del verano,
y no puedo evitar sentir cierto deber
sobre ella.
Es por mí que nació:
yo planté su semilla en buena tierra
y di agua de beber a sus raíces.
No podía saber que una tarde de marzo
vendría a castigarla una tormenta.
Ella se inclina a un lado y a otro
en un ballet penoso, improvisado,
pero el pronóstico no es bueno y es probable
que al final del día el tallo ceda.
¿Tengo que salir con mi tijera de podar
para darle un fin prolijo y en florero?
¿O la dejo que sucumba
salvaje en la intemperie?
Por encrucijadas como esta
se vuelve miel la nada de mis horas.
Yo también fui herido por la vida.
Y quise un día arrancar mis raíces,
que una mano me alzara de pronto
y me llevara lejos,
como ganso espantado por la piedra.
Pero acá estoy, en mi lugar de siempre,
sudando mientras veo a mi flor existencial,
campear, ella sola, esta tormenta.
Queriendo decirle, y que fuera cierto:
también esta nieve
pasará.
TEORÍA DE LA RELATIVIDAD
Quienes llegaron a este pueblo
hace cuarenta años
se sienten más genuinos
que quienes llegaron hace veinte años,
que se sienten más genuinos
que quienes llegaron hace diez años,
que se sienten más genuinos
que quienes llegaron hace cinco.
Pero allá en el fondo,
más al fondo
que las últimas raíces,
más al fondo
que las cruces de madera,
o el moho estanco
de los grises mausoleos,
los gusanos descendientes
de los gusanos descendientes
de los gusanos que gobernaron
la tierra a flor de muertos
no distinguen.
Nos aman por igual,
señoras y señores
de pieles magistradas
o de obreras manos.
Así que escuchen,
escuchen la melodía,
cómo suena el bajo fondo,
escuchen el festín
de los gusanos,
cómo equilibran la cosa
allá en su reino.
Apoyen la cabeza
un instante en la tierra
y escuchen cómo muere
y nace la vida
en la gran fiesta
de la que ya no somos parte.
ALABANZA POR EL LAMENTO DEL PÁJARO Y EL VIKINGO DE LA SEXTA AVENIDA
A Moondog
Odín, el dios vikingo, el ciego en la avenida,
perro amigo de la luna, que vuelve del Valhalla,
abrió mi corazón de un solo golpe
y derramó su pulso sobre el mío.
Suena un cuerno, es de metal y viento
y es un pájaro el que sopla y trina.
Muda, entro en el loop, en su cadencia,
Odín, estoy llegando a tu Valhalla.
Tu canción fuera del tiempo trae
un ajuar de notas y visiones
una hendidura grave en los silencios
y migas para las palomas
que en Nueva York quedaron huérfanas.
Odín, mendicante de sonidos,
artista del deslumbre, estás de vuelta,
los cables, las bocinas, las baldosas,
lo que no ves y no te ve
te escucha
llorar al pájaro que sopla el bronce,
el pájaro en el puño del invierno
perdido para siempre en la neblina.
Qué sinfonía, Odín, mirás sin ojos,
viajero de la noche, mendigo de la luna.
Qué pájaros te cantan al oído
qué lamento,
si es tan dulce el trino de ese cuerno
que sopla y sopla por las calles.
Qué pájaros te cantan al oído
qué lamento.
Por qué abrís
mi corazón
de esta manera.