2.
Nunca digas que es ajeno el hallazgo de la noche.
Estar solos cuando las cosas se interponen
entre lo que queda de luz y la palabra,
es como callar y callar y hablarse
desde la hora partida.
A veces, podemos hacer pan con nuestra tristeza,
partirlo y cubrir con sus trozos el dolor del otro.
A cada paso hay un otro que vive,
con un pedazo de pan que le han dado.
Esa es la parte de nuestro país migrante
que no ha muerto.
6.
La tristeza es del tiempo
le dije a la ciudad en ruinas,
mientras escondía las cenizas de mis muertos.
Los fantasmas nunca se van,
sus voces murmuran en el idioma de la hondura.
No es suficiente la plegaria
o el deseo con que llamo a los pájaros
cuando acechan los lobos.
Mi canto es frágil
cuando se lo lleva el cielo.
Soy la rudeza de la montaña
cuando se desnuda.
Como todos, necesito el aire, el sol, el agua
también que el tiempo sonría y algunas veces
esté triste,
y que las mujeres en los espejos,
hagan silencio
para que llore la tristeza en su templo.
9.
La habitación está vacía,
los dos lo saben.
La suficiente quietud de las cortinas
dejó de llamarla vida.
Debajo de la alfombra, el polvo,
los almohadones enmohecidos,
las dudas.
La habitación está vacía,
los dos se escuchan llamarla muerte.
La belleza del alma está en el alma.
La habitación está vacía,
los dos vacíos salen de los escombros,
los dos, los doscientos, los miles
que no saben,
no saben llenar el silencio,
los vasos
ni poblar su tierra,
vacía,
vacía de hombres, de mujeres, de perros, de ceniceros vacíos,
vacíos.
En la cama vive una primera vez.
Se quedó dormida, no la despierten.
Se quedó vacía en la habitación llena de muerte,
los dos lo saben,
y, así, sabiéndolo,
y así, dejando las puertas abiertas,
las ventanas,
lloviendo,
vacía y mojada la habitación de los que saben del silencio y de la muerte,
así, huyendo, salvándose y huyendo,
dejan cada vez que pueden, y lo saben,
de fingir que son la tumba.