Lombrices
Yo cavaba con una palita verde. Las lombrices se retorcían en el humedal. A las lombrices no les gusta la parte que les toca de ir a pescar. Tampoco vivir en un frasco de mermelada “La Campagnola” con tapa azul a la que con martillo y con un clavo le había hecho agujeros para que pudieran respirar. Al principio se retorcían, después se acostumbraban. Se quedaban quietas, deprimidas; compartían la humedad. Hasta que elegía una. Entonces se despertaba, se retorcía. El anzuelo te puede pinchar los dedos cuando encarnás. A la lombriz es bueno dejarle la colita un poco afuera del anzuelo, decía Peto, para que cuando se mueva debajo del agua atraiga a los peces. ¿Es la colita o es la cabeza?, le preguntaba. Yo las tiraba al río, a las lombrices. Yo las ahogaba.
Pumper Nic
Un día abrieron un Pumper Nic en Paraná y Libertador. Mis hermanas estaban alborozadas. La gente se llevaba de recuerdo los ceniceros. En casa se armó una discusión. Papá dijo que estaba mal llevarse un souvenir. Que los ceniceros eran “La Propiedad de La Empresa”. Y mis hermanas decían que no, que los hacían de latita ordinaria justamente para que la gente los llevara, que eran propaganda gratis. ¿Y por qué tengo yo que hacerle propaganda gratis a una empresa, eh? Y así.
Hamburguesas
Les dije a mis hermanas: voy a preparar unas hamburguesas mejores que las de Pumper Nic. Me pasé la mañana en eso. Preparé en un bol la carne picada. Puse sal, orégano, huevo, ají picante, perejil y mostaza. Mamá me dijo que le echara pan rallado también. Después llevé el bol con la carne a un costado de la parrilla en la que ya había encendido el fuego. Corté lechuga, cebolla y pepinillos. Agregué kétchup y mostaza. Doré los panes. Separé dos hamburguesas para mí y al resto, a las de mis hermanas, antes de amasarlas y darles forma, les eché, picaditas, las lombrices que habían quedado en el frasco de La Campagnola.
Citación
Después de comer, mis hermanas me felicitaron. Dijeron: Fernando: estas hamburguesas están mucho más ricas que las de Pumper Nic. Tenés que ponerte una cadena de hamburgueserías. Después gritaron: ¡Un aplauso para el asador! Yo sonreía y hacía reverencias y decía: gracias, gracias. Después me hice el chistoso: puse la voz de Isabelita cuando decía: “Al pueblo argentino” y mis hermanas se reían. Mamá se reía. También sabía poner la voz afónica de Perón; me decían: dale, imitalo al Pocho. Yo decía: “Compañeros” y abría los brazos con las manos hacia adelante, a los costados, a la altura de los hombros, como hacía él.
Fue un lindo mediodía. Papá no estaba: estaría navegando.
Mamá se había enojado con mi maestra
porque la había citado al colegio para decir que yo me andaba portando mal,
que siempre pasaba cuando papá estaba navegando, había dicho
la maestra. Idiota.
Quién se cree.
Metida.
Todo eso había despotricado mamá cuando llegamos
a casa.
También se había enojado conmigo:
ya me tenía dicho
que no podía contar
a nadie
que papá era marino.