de Relámpagos vol. 4
La no-hormiga
Todas aquellas partes del universo que no se encuentran ocupadas por hormigas, todas aquellas áreas que no son hormigueros, ni caminos que conducen a hormigueros, ni picnic de dibujo animado, ni terrones de azúcar o cadáveres de pato, o similares, son un auténtico hervidero de no-hormigas.
Antes de la evolución de la hormiga-por-todos-conocida, el predominio absoluto de la no-hormiga era apenas disputado por la no-termita.
Debido a la manifiesta invisibilidad de la no-hormiga, hay escépticos de dos clases: los que niegan que se pueda afirmar o confirmar la existencia de estos no-insectos, y los que niegan su existencia de plano.
Estos últimos no caen en la cuenta de que su posición solamente probaría la omnipresencia en el cosmos de ingobernables hordas de no-osos-no-hormigueros.
Invierno nórdico
Los días cada vez más cortos,
las noches cada vez más largas
me voy acostando más
y más temprano
si sigo así terminaré
acostándome ayer
Verano nórdico
Las noches cada vez más cortas,
los días cada vez más largos
me voy acostando más y más tarde
y levantando más y más temprano
si sigo así terminaré
encontrándome conmigo mismo en el pasillo del dormitorio
Los escritores
Los escritores, bien me lo sé, gozamos de un prestigio un poco perimido, anticuadito, como las estrellas del cine mudo, o los próceres de ayer. Y me doy cuenta al escribir esto que si digo escritores estoy pensando en los prosistas, los narradores. De los poetas ni hablar: anticuados al cubo. Seres de bucles rubios que miran con cara de daguerrotipo: nobles drogones, borrachines o anarcos pasados de moda –
Sin embargo, sé por ella que en ciertos círculos todavía arde, digamos que en rescoldo, el entusiasmo por la palabra escrita, y no solo escrita sino impresa, encuadernada, distribuida, y vendida en librerías.
Yo hace como veinte años que no publicaba. Escribir, hace como veinticinco años que no escribía. Casi casi una encarnación anterior. Saquen la cuenta: tenía treintipoquitos, y ahora tengo casi sesenta.
La cosa es (y aquí por fin empieza la historia, suspira aliviado cierto lector) que el marido de ella, Luis, es fanático de mi obra. Colecciona ediciones raras, diversas, “obras completas” (completas por ahora, se entiende, de ahí las comillas). Hasta tiene un ejemplar de La ría gallega. Me relee. Me recomienda a otros, me provee de comentarios: “Te das cuenta, esto lo escribió a los dieciséis, es increíble”. O bien: “Leé esto, por favor leé esto”.
Y así, ironía del destino, es como ella se interesó por mi persona. O mejor dicho, por la impresión que la obra de esa persona que fui hace tanto tiempo producía en ese tan entusiasta lector mío, su marido.
Y los celos o el afán de competencia que – pero bueno, demasiada explicación.
Fue un placer perverso el que la llevó a conocerme. Yo hacía rato que no era escritor, no luzco barba ni fumo en pipa, y desde ya que lo último que recomendaría a nadie es conocer personalmente a uno de tales seres. Somos aburridísimos, pedantes, lentos. No hablamos: redactamos en voz alta, una calamidad. Para famosos, mejor un futbolista, una modelo.
Como excritor digamos que todavía resulto aguantable. Y jamás –JAMÁS– hablo de mi obra. Ni de lo que quise decir en o por medio de ella.
Vistiendo trajecito sastre color coral, un lujo, ella (la mujer, no la obra) se acercó a mí para pedirme –bueno, comprarme– algún manuscrito mío, o alguna cosa así, para Luis. “No tendrás (se abalanzó al tuteo, así, de sopetón) por ejemplo alguna revista donde haya salido algún cuento corto, algún articulo que ni se sepa que es tuyo”. El “tuyo” muy remarcado.
[Releo lo precedente: nada que ver con el bruñido estilo cervantino que me caracteriza – disculpen, pero esto lo escribo rapidito y no creo llegar a corregirlo ni a pulirlo]
Nos seguimos viendo muy a menudo. Francisca (lo peor del trabajo de escribir es cambiarles los nombres verdaderos a las personas, no es lo mismo; es mucho peor que engordarlas o achatarles la nariz) Francisca, decía, tiene treinta, es luminosa de tan linda, pero sin duda, como dije antes, propensa a los placeres perversos. Así fue que me hizo notar que durante nuestros encuentros, él, Luis, probablemente me leía. Mejor dicho, me releía.
Mientras estoy con Francisca lo supongo leyendo Cuernavaca o La ría gallega, texto este último del que no conservo un ejemplar ni siquiera yo mismo.
Y es por eso que, tan hacia el ocaso de mi vida útil, volví a escribir y publicar. No sé si para tenerlo distraído a Luis, o en parte de pago por el usufructo de su esposa. Lo imagino leyendo mi último libro, admirado ante mi renacer literario, tras tantos años.
Es que, además, ahora tengo musa.
Pero también la imagino a ella empezando a insinuar cosas, capaz de dejar traslucir vanidosa (incapaz de evitarlo) una superioridad de conocimiento de ese autor tan legendario. Lo imagino a él enterándose de la verdad. Reconociendo al personaje.
Lo sé subido a un taxi, bajando por Corrientes en dirección a la dirección que ella, llorosa y un poco bebida, le habrá confesado. Le dejo la puerta abierta.
Y ahora lo presiento a mis espaldas, defraudado de no sorpenderme con ella, deslumbrado al encontrarse en el templo o laboratorio que dio origen a tantas palabras por mí perpetradas y por él leídas y alabadas.
Y me ve volcado sobre el papel, como siempre escribo, con vehemencia,
Después seguramente vas a leer esto, estas líneas apretando la birome, te perdono colega, este es tu protagónico en las obras póstumas, qué buen final, juntás coraje y
de Relámpagos vol. 5:
Bagualas polacas
(con motivo de un recital de Genowefa Lenarcik y Raphael Roginski en Worm, Rotterdam. Recital organizado y patrocinado por Keimpe Koldijk)
Ella es menuda y tribal,
en una Europa meramente cosmopolita.
Ella es viejísima de siglos.
Tocan juntos, y también por turno.
La guitarra solista suena cremosa,
resuena como una calimba.
Cuando ella canta a capella
lo que se oye es una especie de baguala.
Pero donde baguala es poner el grito en el cielo
grito pelado contra la roca desnuda de los cerros,
esto es lamento y desahogo en el bosque,
húmedo y horizontal bosque polaco:
esto es ir a llorarle las penas a los árboles.
El guitarrista nos explica la penúltima canción
en su encantador inglés eslavo, carente de artículos.
Canción significa: Novios quieren estar juntos
pero hermano de novia se opone, impide.
Novios deciden matar hermano, y en bosque
novia junta plantas para preparar veneno.
Hermano muere pero entonces novio se va,
porque dice:
‘Eres mujer muy peligrosa para mí’
O N R O P
una porno pasada al revés,
los guascazos vuelven a sus respectivas pijas
como succionados
los besos y las chupaciones
son prolijamente
desprendidos de bocas
pezones
clítoris
culos
el frenesí se disipa
las pijas se desparan
los gemidos y suspiros regresan a sus pulmones
las manos se retractan de sus caricias
reponen bragas y corpiños
las ropas vuelven de un saltito a rodear torsos y piernas
los dedos clausuran braguetas y camisas,
y los actores se van, cada cual por su lado,
en una severa celebración de la castidad:
en un alarde de puritanismo
Idéntico
Estoy parado estudiando el cartel de horarios
de partida de la estación central de Bruselas.
Un vagabundo viejo se me queda mirando,
supongo que me quiere pedir plata.
Usted es idéntico, me dice. No lo puedo creer.
Idéntico a mi padre. Como es más viejo
que yo, entiendo que está viendo
una imagen de su pasado.
Decido sonreírle y le doy la mano.
El borracho me mira a los ojos y sigue su camino,
sacudiendo la cabeza como convenciéndose:
No lo puedo creer. (Plata no me pidió)