Siempre es un poco raro hablar de influencias. Primero, porque uno habla en general de personas admiradas y reconocidas, a las que nunca podrá llegarles ni a los tobillos. Y después porque, salvo en casos muy evidentes, la propia percepción de lo que uno escribe suele ser muy distinta a la de otros. Por ejemplo, me han dicho que mi novelita «Además, el tiempo» podía recordar a Onetti o que encontraban algún eco de Bioy Casares, cosas inesperadísimas para mí. Y, en cambio, no hubo una sola persona que luego de leerla me mencionara a Saer, de quien temía, en algún punto, una influencia excesiva, inevitable.
Me interesa, en líneas generales, que las influencias formen un cóctel, que se licúen un poco, reconocer acaso ciertas líneas que el otro leyó, tomó y redefinió de algún modo. Leer un poema y, sin que suene a Juan L. Ortiz, notar que quien lo escribió tiene leído a este autor y le da importancia.
De algún modo, podría decir aspectos más o menos específicos de «Además, el tiempo» o de «Siempre empuja todo» en los que está Schnitzler o Pavese o «Las tierras blancas», de Manauta, o «Moderato cantabile», de Duras, o Kafka, y no sé si alguien más identificaría eso.
Leí «La metamorfosis» en la secundaria, a los catorce o quince años. Según cuenta mi viejo, yo no era nada lector hasta entonces. Y esa lectura implicó un descubrimiento: ¿se puede escribir sobre algo así, sobre alguien que se despierta convertido en un insecto? Mucho después leí, si no me equivoco, que García Márquez contaba una sensación muy similar.
Kafka propone, diría que siempre, historias con metáforas o símbolos que pueden leerse o pensarse de muchísimas maneras, textos «abiertos». Y sus protagonistas suelen ser vacilantes, no muy decididos, poco interesados en cambiar las situaciones, a veces tremendas, en las que se ven envueltos. Prácticamente dejan que sean otros los que tomen decisiones sobre sus vidas. Al mismo tiempo, aparecen toques de humor en su literatura, claro que no chistes, algo mucho más sutil.
Hace tiempo supe de una lectura psicoanalítica de «La metamorfosis» que me pareció muy interesante. La similitud entre el apellido del protagonista (Samsa) y el del autor es casi obvia, pero, además, Gregor suena demasiado parecido a Georg, nombre de uno de los hermanos de Kafka que murió siendo un bebé. Que alguien sienta celos por su hermano es lógico, incluso puede desear que muera. Que ese deseo oscuro se cumpla, por más que uno no haga nada para eso, puede resultar tremendo, generar una culpa brutal «por omisión».
Las lecturas de otros sobre lo que uno lee también pueden ser una influencia, entender que haya enfoques que uno ni siquiera hubiese imaginado y aprender de eso. La escritura, a fin de cuentas, es uno de los muchos modos de leer.